Hasta el 9 de noviembre, Bogotá se convierte en el epicentro del diálogo cultural con la celebración de la Bienal Internacional de Arte y Ciudad BOG25. Este evento público, considerado el más importante del año en la capital, es una iniciativa de la Alcaldía Mayor a través de la Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte, y se erige como un vasto laboratorio de reflexión sobre la vida urbana.

Bajo la codirección de Diego Garzón y Juan Ricardo Rincón, y con un comité curatorial de alto nivel integrado por José Roca, María Wills, Jaime Cerón y Elkin Rubiano, la Bienal se articula bajo el eje temático ‘Bogotá, ensayos sobre la felicidad’. Esta propuesta busca provocar una meditación profunda sobre el vínculo intrínseco entre la metrópoli y la aspiración colectiva al bienestar y la buena vida.

Con la participación de más de 250 artistas contemporáneos de doce países, BOG25 no solo abarca las prácticas académicas, sino que dedica un espacio fundamental al Arte Popular. Esta categoría vital cobra vida en una destacada exposición que tiene como sede el emblemático Claustro de San Agustín de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL).

El Arte Popular como Espejo de la Experiencia Urbana

La muestra del Claustro San Agustín reúne las obras de los 30 artistas ganadores de la convocatoria en la categoría de Arte Popular. Lejos de una visión nostálgica, estos creadores exploran lo popular como una experiencia urbana viva, un gesto cotidiano, una mirada situada y una práctica creativa que se confunde con la propia vida de la ciudad. La exposición establece un diálogo enriquecedor al cruzar el trabajo de artistas con formación académica y trayectoria, que rastrean los indicios de lo popular en el ícono, el sonido o el ornamento urbano, con las piezas de creadores empíricos. En estos últimos, el oficio, la percepción sensorial y la vida diaria convergen en una única y potente fuerza expresiva.

El curador Elkin Rubiano señala que existe una clara coincidencia temática en la concepción de lo popular en esta muestra: “Hay ciertas coincidencias en lo que entendemos por lo popular. En esta muestra, eso se siente sobre todo en la arquitectura popular: las fachadas, las ventanas, los barrios que están cambiando o desapareciendo, y que varios artistas han querido mapear y resaltar como parte viva de la ciudad”. También destaca la recurrencia de la estética del transporte público –buses y colectivos–, traducida en obras realizadas con técnicas como el grabado, el alambre o materiales reciclados.

La exposición se convierte así en un reflejo palpable de Bogotá en sus texturas, colores y contrastes. La diversidad de formatos y lenguajes enriquece el recorrido, ofreciendo al público un “universo de colorido y vitalidad, porque lo popular siempre está ligado a esa mezcla de tonos, materiales y decoraciones que vemos en las fachadas, en los vestidos, en los objetos domésticos o en los espacios públicos”, según Rubiano.

Oficio, Memoria y la Economía de los Detalles

Este conjunto de prácticas creativas revela cómo lo popular fluye entre la materialidad del objeto y la experiencia colectiva del espacio urbano. Se exhiben trabajos que rescatan técnicas artesanales históricas, como la cerámica, la talla en madera o el tejido, pero las presentan no como reliquias del pasado, sino como cultura viva que persiste en los barrios, talleres y plazas de mercado de la ciudad. Esculturas hechas con materiales modestos, figuras híbridas que recuerdan a altares domésticos o vitrinas de jugueterías populares, conviven con instalaciones de lenguaje contemporáneo que inscriben estas memorias en el presente.

Las obras de archivo presentes documentan la ciudad desde sus márgenes: fachadas de barrios periféricos, casas de autoconstrucción, calles saturadas de rejas, letreros y ornamentos que funcionan como poderosos signos de identidad barrial. Estas piezas invitan a una lectura de lo popular no solo en su dimensión estética, sino en la economía de los detalles: la rugosidad del ladrillo, el color de la reja pintada. El objeto y la imagen registran un territorio donde el acto cotidiano de habitar se transforma en un acto de creación.

Rubiano enfatiza la perspectiva crítica y autónoma de la muestra: “Lo clave aquí es que no hay una mirada romántica de lo popular, ni condescendiente, paternalista, o folclorista, y esto es fundamental porque a veces, cuando se dice popular, tiende a confundirse con lo folclórico o, más bien, con lo folclorizado. En esta exposición hay visiones autónomas en torno al espacio urbano desde una perspectiva popular”.

Finalmente, lo popular emerge en la Bienal como un espacio de invención visual a través de la apropiación de íconos masivos —desde el cómic hasta el souvenir, la estampa religiosa y el afiche político—, transformados en lenguajes plásticos que interpelan directamente al espectador. La ironía y el ornamento dialogan con el archivo y la documentación técnica, borrando las fronteras entre el proyecto, el objeto y el oficio.

La exposición de Arte Popular en el Claustro de San Agustín UNAL se instala en BOG25 como un espacio fundamental para reconocer lo popular no como una simple categoría artística, sino como una potencia creativa que desborda el arte y se confunde con la vida misma. En su diversidad, esta fuerza halla su riqueza para reimaginar la ciudad a través de las miradas y los gestos incesantes de quienes la hacen día a día.

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