Durante la madrugada de este viernes 24 de octubre, miles de colombianos despertaron con una sorpresa nada grata: no podían usar Nequi ni Bancolombia. Las dos plataformas más populares para mover dinero digital en el país colapsaron casi al mismo tiempo, dejando en pausa pagos, transferencias y recargas. Lo que comenzó como una simple intermitencia se convirtió en un apagón financiero digital que afectó a hogares, comercios y trabajadores independientes.
Lo más preocupante no fue solo la falla, sino el silencio inicial de ambas entidades. Durante varias horas, los usuarios tuvieron que acudir a redes sociales para entender lo que estaba ocurriendo. En X (antes Twitter), la frustración se multiplicó: mensajes de usuarios atrapados sin poder pagar un servicio o recibir una transferencia mostraron la dependencia total que hoy tiene el país de estos canales. Mientras tanto, las aplicaciones respondían con el mismo mensaje frío: “Trabajamos para estar disponibles pronto”.
Bancolombia, tras horas de incertidumbre, reconoció que una falla en uno de sus servidores había afectado los servicios digitales, prometiendo que su “equipo técnico trabaja sin descanso” para solucionarlo. Nequi, por su parte, admitió un “inconveniente técnico” y aseguró que el dinero de los usuarios estaba seguro. Sin embargo, los comunicados no lograron calmar el malestar de quienes dependen de estas plataformas para manejar su día a día. En plena era digital, quedar sin acceso al dinero es, para muchos, como volver al efectivo de emergencia.
Las fallas se sienten aún más graves si se tiene en cuenta que Nequi había anunciado un mantenimiento programado para el fin de semana, lo que genera dudas sobre la planificación y capacidad de respuesta técnica. Resulta irónico que las empresas que presumen de innovación y estabilidad tecnológica no cuenten con sistemas de contingencia sólidos que garanticen el acceso continuo a sus servicios. ¿De qué sirve la banca digital si no se puede usar cuando más se necesita?
Este nuevo tropiezo evidencia un problema mayor: la fragilidad de la infraestructura digital bancaria en Colombia. Nequi y Bancolombia manejan millones de transacciones diarias, pero su vulnerabilidad demuestra que la transformación digital del sector financiero aún está lejos de ser robusta. Los usuarios no solo piden explicaciones, sino garantías. Porque en un país que impulsa la inclusión financiera, el dinero virtual debería ser sinónimo de confianza, no de incertidumbre.









