Han pasado más de veinte años desde que Painkiller revolucionó el género de los shooters con su estilo brutal, su estética gótica y su ritmo endiablado. Lo que comenzó como una aventura en solitario repleta de demonios y guitarras pesadas, se ha transformado en una reinterpretación moderna de su propio infierno. En 2025, Painkiller regresa bajo la dirección de Anshar Studios y el sello de 3D Realms con una propuesta diferente: un juego de disparos cooperativo que intenta adaptar la locura del original al lenguaje actual del multijugador online. El resultado, aunque lleno de energía, es una experiencia que oscila entre la nostalgia y la reinvención.

El nuevo Painkiller se define por su acción rápida, misiones breves y un enfoque arcade que busca la diversión instantánea. Se puede jugar en solitario con bots o en cooperativo con hasta tres jugadores más, pero su verdadera naturaleza brilla en equipo. Cada partida se estructura como una incursión infernal donde hordas de enemigos se abalanzan sobre el jugador sin descanso. Las partidas duran entre quince y treinta minutos, y la sensación de poder y destrucción está siempre presente. Las armas —auténticas protagonistas del juego— ofrecen modos de disparo duales y un diseño que recuerda al ADN clásico del título: caótico, pesado y con ese toque de exageración tan característico.

A nivel narrativo, el juego nos sitúa nuevamente entre el cielo y el infierno. Esta vez, el objetivo es detener a Azazel, un ángel caído que ha liberado a sus tres hijos Nephilim para arrasar con las almas del purgatorio. Encarnamos a uno de los cuatro cazadores disponibles —Ink, Sol, Void o Roch—, cada uno con ligeras diferencias en habilidades y estadísticas, aunque sin una verdadera personalización profunda. La historia es sencilla y actúa más como contexto que como hilo conductor. No hay giros memorables ni secuencias que se graben en la memoria como en los tiempos de The Pain o The Boss de Metal Gear; aquí lo que manda es la acción pura y dura.

La jugabilidad de Painkiller (2025) conserva la esencia más básica de la saga: moverse rápido, disparar sin parar y limpiar cada zona antes de avanzar. Lo interesante es cómo combina esta fórmula con sistemas modernos de progresión. Entre misiones obtenemos cartas del tarot que proporcionan bonificaciones temporales, efectos especiales o mejoras pasivas, un guiño al pasado reinterpretado como mecánica de roguelike. Este sistema aporta cierta estrategia, aunque depende demasiado del azar y de la economía interna del juego, ya que para desbloquear nuevas cartas debemos gastar el oro recolectado durante las partidas.

El sistema de movimiento es uno de sus grandes aciertos. Saltar, deslizarse y esquivar en plena lluvia de proyectiles mantiene un ritmo adictivo que recuerda al Doom Eternal más frenético, pero con una dirección artística muy distinta. Los escenarios, aunque más luminosos que en el original, conservan la atmósfera gótica y decadente que define a Painkiller. Hay templos derruidos, cementerios envueltos en fuego, cuevas de mármol y portales demoníacos que parecen salidos de un cuadro barroco. No obstante, se echa en falta mayor variedad en la estructura de los niveles; tras varias horas, la sensación de repetición empieza a aparecer.

Desde el punto de vista técnico, el juego sorprende por su solidez. Construido sobre Unreal Engine 5, Painkiller (2025) ofrece un rendimiento estable incluso en equipos de gama media. A 1440p, se mantiene fácilmente por encima de los 60 cuadros por segundo, y con tecnologías de escalado como Intel XeSS puede alcanzar los 100 fps sin comprometer la calidad visual. Los efectos de partículas, las explosiones y la densidad de enemigos en pantalla son impresionantes. Sin embargo, algunos modelados de personajes y animaciones de los bots resultan algo rígidos. No es un título puntero en lo visual, pero sí cumple con creces al ofrecer acción fluida y constante.

La música es otro de los elementos que conserva el alma del clásico. La banda sonora apuesta por guitarras eléctricas, percusión industrial y un tono metálico que encaja a la perfección con la atmósfera infernal. En plena batalla, los riffs de guitarra suenan como una descarga de adrenalina. El trabajo de mezcla y ambientación sonora es sobresaliente, y los efectos de impacto y destrucción mantienen un equilibrio excelente con la música. Los textos y voces en español están correctamente localizados, aunque el guion no brilla especialmente por su profundidad.

En cuanto al apartado cooperativo, Painkiller (2025) funciona mejor cuando se juega con amigos. El caos compartido amplifica la diversión, especialmente en los niveles superiores de dificultad, donde la coordinación entre jugadores se vuelve clave para sobrevivir. Los bots, aunque cumplen su función, no siempre responden con la inteligencia necesaria en zonas donde se requiere colaboración específica. Este aspecto deja claro que el juego fue diseñado principalmente para el modo online, algo que puede dividir a los jugadores que esperaban una experiencia más solitaria como la del título original.

Lo más interesante de esta reinvención es su compromiso con la sensación de poder. Cada disparo, cada explosión, cada enemigo que se desintegra bajo una lluvia de balas está cuidadosamente diseñado para generar satisfacción inmediata. Painkiller sigue siendo, ante todo, un festival de destrucción. Pero, paradójicamente, esa fidelidad a la fórmula arcade también limita su ambición. La falta de progresión narrativa, la escasa variedad de enemigos y la repetitividad de las misiones impiden que alcance la grandeza del clásico.

Aun así, hay que reconocer el mérito de Anshar Studios. Recuperar una saga de culto nunca es fácil, y aunque el resultado no sea perfecto, sí logra honrar el espíritu original mientras lo adapta a los tiempos modernos. Si el estudio mantiene su promesa de actualizaciones, nuevos niveles y más armas, Painkiller (2025) podría convertirse en un título cooperativo de referencia dentro de su nicho.

En definitiva, Painkiller (2025) es un retorno potente, visualmente atractivo y técnicamente sólido, que ofrece horas de diversión directa para quienes busquen acción sin complicaciones. Es una experiencia ideal para compartir con amigos, para liberar adrenalina y disfrutar del caos en su máxima expresión. No es el renacimiento espiritual que muchos soñaban, pero sí un recordatorio de por qué el infierno sigue siendo un lugar perfecto para repartir plomo.

Calificación final: 7.5 / 10
Painkiller (2025) no redefine el género, pero cumple lo que promete: velocidad, destrucción y metal pesado resonando entre las sombras del purgatorio.

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